Un nuevo objeto de deseo
- ¿Qué son los NFT’s?
- ¿Quién hace Los NFT’s?
- ¿Quién compra NFT’s?
- ¿Cómo compro un NFT?
- ¿Para qué comprar un NFT?
¿Qué son los NFT’s?
NFT es un archivo digital, nada más y nada menos. Su diferencia respecto de otros (por ejemplo, una canción descargada en una tienda de música en línea) es que es único e irrepetible. Esa singularidad está en el código que forma parte del archivo. La cantidad y secuencia de caracteres del código en la canción que yo descargo es idéntica a la que tiene la descargada por mi vecino. Pero si él adquiere un NFT, dentro de ese archivo hay caracteres que demuestran la singularidad. En ciertas condiciones, también revelan quién es el dueño del NFT.
El nombre, NFT, son las iniciales de non fungible token (que se puede traducir del inglés al español como “ficha no fungible”). Obviamente, esto requiere explicación.
Para comenzar, el sustantivo “ficha”. En realidad, el NFT representa algo que existe en la realidad. Puede tratarse de algo tangible, como una pintura, pero también hay NFTs que representan cosas que no se pueden tocar pero sí percibir, por ej., una canción cantada por alguien famoso.
Sigamos con el adjetivo, “fungible”. La palabra viene de un verbo del latín, fungi, que significa varias cosas, como hacer, administrar o gastar. Los abogados lo aplican a cosas que se pueden transportar, que valen pero que son inútiles a menos que se gasten o se intercambien por otras. Una parcela de campo es valiosa pero no es fungible, porque no se puede cambiar de lugar. Un bolillo es un buen ejemplo de un bien fungible; las monedas o los billetes también. Por extensión, los NFTs no son criptomonedas, aunque lo que los hace posibles es la misma la tecnología blockchain.
La conclusión es que los NFTs (o “fichas no fungibles”, si el lector acepta nuestra traducción) es una cosa que no se consume, no se gasta, no se acaba. Tampoco es intercambiable, de la misma manera que el museo del Louvre no aceptaría intercambiar el lienzo de la Mona Lisa por una pintura plasmada sobre la misma clase de tela y con pinturas al óleo de igual fórmula y que sea imposible de distinguir del original a simple vista.
La ficha se convierte en un bien valioso por su singularidad. Lo que asegura esa singularidad es la misma tecnología de cadenas de bloques empleada para las criptomonedas. Con esta tecnología se “acuña” (es decir, se hace, produce o genera) una cadena de bloques única y con esa misma tecnología se resguarda el registro de su existencia y se garantiza que nadie la reproducirá.
¿Quién hace los NFT’s?
Jack Dorsey, uno de los cofundadores de Twitter, emprendedor, billonario y celebridad a consecuencia de ello, convirtió el primer mensaje que tuiteó en un NFT. Consiguió venderlo en una cantidad próxima a los tres millones de dólares. A cambio de bienes fungibles (los dólares), el comprador obtuvo un archivo digital que además de contener las palabras de Dorsey, contiene la evidencia digital que demuestra su autenticidad y su calidad única, su singularidad. Es tan singular e irreproducible como el óleo de la Mona Lisa.
Otro ejemplo tal vez más comprensible para la mayoría es el de Mike Winkelmann, alias Beeple. Pintor, diseñador gráfico y artista digital, este año creó un collage titulado Todos los días: los primeros cinco mil días. Cualquiera puede ver esa imagen en la pantalla de un dispositivo conectado a internet, sea teléfono inteligente, tableta o refrigerador.
Pero días atrás, la casa Christie’s subastó la versión original de esa imagen, la creada por Winkelmann, complementada con código que demuestra quién la hizo y que acredita que se trata del original, distinto de las copias que cualquiera ve en internet. No es la primera ocasión que Winkelmann hace esto. Comenzó a vender NFTs desde el año pasado.
Otro ejemplo de creador de NFTs es un organismo, en este caso la NBA, liga de básquetbol profesional de Estados Unidos. Aprovechando que es dueña de los derechos de reproducción de las filmaciones de los partidos y de su reality show Top Shot, ya montó una tienda en línea donde se venden los “Momentos”, clips de jugadas cruciales.
El comprador recibe el archivo digital con la información que permite ver la jugada más la información que acredita la autenticidad del archivo. De acuerdo a los videos explicativos, incluyen información complementaria sobre el jugador y la jugada. Además, los Momentos se clasifican según su nivel de exclusividad: común, raro, legendario, etc., con atributos adicionales y un factor clave para su futura plusvalía, ediciones limitadas.
Esto último es importante: aunque la idea base del NFT es la de un archivo único, en el caso de los clips de la NBA se trata archivos que se multiplican en cantidades limitadas y además se enumeran. En el fondo, es el mismo principio de las litografías o las fotografías a las que el autor les pone su firma y un número a mano.
Visto lo anterior, cualquier persona (física o moral) con un cierto nivel de celebridad está en condiciones de emitir NFTs. Tan es así que ya ocurre: la actriz Lindsay Lohan, el cantante Snoop Dogg son ejemplos de una conducta que seguramente se hará cada vez más y más común. Otros organismos pueden seguir el ejemplo de la NBA, sean ligas deportivas, casas productoras de realities o museos.
¿Quién compra NFT’s?
A la manera de las tarjetas de jugadores de béisbol del siglo pasado, en el caso de los Momentos de la NBA se trata de aficionados al juego. Ya existe toda una comunidad de gente que compra vende o intercambia Momentos por dinero, sea el que conocemos tradicionalmente o por criptomonedas.
Entre estas comunidades están, por supuesto, los coleccionistas. Compran Momentos por el afán de acumular, una conducta más que humana. También están los especuladores. Cuando la NBA anuncia la emisión de un cierto Momento acerca de tal o cual jugador en el partido equis o zeta, se genera una expectativa. En cuanto se emiten los primeros ejemplares, hay quienes adquieren para poseer y hay quienes lo hacen para crear escasez, para agotar la existencia, con la esperanza de poder revenderlo más adelante, a mayor precio, entre quienes ya no alcanzaron a comprar su NFT.
Esta misma situación impulsa la creación de NFTs de otra naturaleza. Pueden ser archivos de sonido reproducibles en un dispositivo de audio, pueden ser imágenes visibles en una pantalla, pueden ser textos… Podría decirse que si es digitalizable, se puede “enetificar”.
Por lo tanto, si un día se desarrollan dispositivos que digitalizan aromas o si se inventan aparatos para crear en una persona la experiencia de un cierto sabor, aparecerán entonces las tiendas en línea con versiones originales de fragancias o de platillos de chefs de reputación.
¿El día que el metaverso sea una realidad, surgirán coleccionistas y comerciantes de NFTs de experiencias singulares, como la de un científico cuando recibe un Premio Nobel o un político cuando gana una elección?
¿Cómo compro un NFT?
Lo primero es tener una billetera digital. Se necesita para disponer de criptomonedas con qué liquidar la adquisición del NFT. Existen ya varias criptomonedas y también plataformas donde se puede convertir dinero común y corriente en criptomonedas: Coinbase, Kraken, eToro y demás.
La otra condición es ir a los mercados de NFTs. OpenSea.io y Rarible son mercados en línea donde se reúnen los creadores y los coleccionistas a comprar y vender, de un modo muy similar a lo que ocurre en la vida real en un mercado de antigüedades.
Fundation es un poco distinto: antes de que se les permita vender, los que ofrecen deben acumular votos a favor o recibir la invitación de algún colega que ya está adentro. Además, acuñar cada NFT (es decir, producir el archivo digital con los atributos de singularidad) tiene un costo para el acuñador.
Estas reglas de juego por sí solas crean una percepción de exclusividad más elevada. La intención es que esto también asegure precios de venta (y de reventa) más altos.
¿Para qué comprar un NFT?
Esa es la pregunta, como diría Hamlet. De hecho, las razones para ingresar a un mercado de NFTs (o de abstenerse de hacerlo) son las mismas del mundo real. Las respuestas pueden reducirse a dos motivos.
Uno es el gusto por poseer, en especial, el de poseer objetos que son simultáneamente similares y distintos. Sean insectos disecados, guijarros, recetas de platillos, automóviles, zapatos, botellas de bebidas… la lista no tiene fin.
El otro es la esperanza de lograr una ganancia por plusvalía. O dicho de manera burda, enriquecerse comprando barato y vendiendo caro.
También es cierto que estos motivos no son mutuamente excluyentes. Al contrario. Lo más probable es que ambos convivan sin contradicción al interior de la mayoría de quienes están en este asunto, sea por causa de NFTs o de cualquier otra cosa. Pues aunque la tecnología evoluciona, la naturaleza humana se mantiene más o menos intacta.
Referencias: https://www.forbes.com/advisor/investing/nft-non-fungible-token/